INDIA ( भारत गणराज्य )

Foto: mujeres descansando.

Foto: en la sociedad tradicional india las mujeres carecen de valor, todas las instituciones estan representadas por hombres.  


Toda cultura incorpora estrategias de sometimiento, las normas sociales siempre son estipuladas por los grupos más poderosos y se mantienen mediante instrumentos de contención. La ignorancia y el miedo son aliados eficaces de las castas dominantes y contribuyen en buena medida a perpetuar las diferencias sociales a través de lo que conocemos como Tradición. Si la religión y la tradición comparten a menudo muchos espacios, en India (como en los países islámicos) van de la mano dado que la casta dominante es la de los sacerdotes.

Este es un país profundamente tradicional gracias a la estratificación social que, según se dice, materializaron los primeros colonos arios mil quinientos años antes de la era cristiana. El sistema de castas facilitó el saqueo inglés, tanto en la fase de la Compañía inglesa de las Indias orientales, iniciada en 1600, como a partir de su anexión al imperio británico en 1858 en forma de raj. La corona por tanto no se esforzó demasiado en transformarlo en un sistema más igualitario. Tras la independencia en 1947 y la progresiva occidentalización del país, algunos preceptos y tradiciones empezaron a esfumarse, sobre todo entre las castas altas, pero el propio sistema siguió vigente incluso tras su prohibición por el gobierno indio.

Dicho sistema divide a la población en cinco grupos principales, en orden de poder son: brahmín, chatria, vaysia, sudra y dalit. En realidad, la mayor parte de indios serían sudra porque son campesinos pobres entre los cuales, a su vez, hay numerosos grupos como Yadav, Jat, Patel, Patil, Gowda, Reddy o Kurmi.  Los dalit, parias o intocables son en realidad gente excluida de este sistema, rechazados por todos los demás y condenados a una existencia miserable para siempre, ya que las castas se heredan y el matrimonio entre distintos estratos sociales suele ser perseguido. Se dice que cada año diez mil personas son asesinadas en India para proteger el “honor de casta” por haberse casado o haber tenido relaciones con miembros de un nivel superior. 

En general, y para ello basta con recorrer las calles de las ciudades, puede afirmarse que el respeto por las demás personas es escaso a menos que esté claro que pertenecen a una casta superior. En la duda el comportamiento es paralelo al desorden urbano, es impulsivo, a menudo grosero, el ciudadano empuja, se cuela, desprecia…y si va motorizado esta conducta se eleva al cubo. Los ingenuos visitantes que esperan encontrar una sociedad impregnada transversalmente por la espiritualidad pronto se decepcionan. Las miradas de los hombres son más lúbricas que profundas y parecen revelar un mundo interior colapsado como la ciudad misma bajo su pesada nube de contaminación. 

La peor parte, como siempre, la llevan las mujeres. Están sometidas a los varones de su casta y a las personas de castas superiores, sufren en silencio todo tipo de abusos, su acceso al trabajo es muy difícil, no tienen derecho a heredar y sus familias deben entregar una dote al hombre que se case con ellas. Al enviudar, el patrimonio pasa al hijo mayor y, si no hay ninguno, al hermano del marido difunto y ninguno de ellos tiene obligación de mantenerlas. Su valor es tan escaso que muchas niñas son abortadas o asesinadas al nacer por sus padres mediante veneno, asfixia o abandono.

El infanticidio en India fue muy criticado por el puritanismo de los colonos ingleses. Sin embargo, es un hecho conocido que en la Inglaterra del siglo XVIII era una practica común. Quien sabe hasta que punto fue una conducta importada de la metrópoli o que, al menos, encontró una aquiescencia bajo su dominio. Y es que se da la circunstancia de que este proceder es compartido por igual entre ricos y pobres, entre ciudadanos y campesinos, aunque los ricos pueden permitirse más abortos en clínicas privadas que ofertan el paquete completo “ecografía + aborto” mientras que a los pobres la ley les impide conocer el sexo hasta cuatro semanas después del plazo legal para abortar, es decir la duodécima semana de embarazo. Ya en el momento del registro del recién nacido “faltan” unos cuatro millones de niñas todos los años. 

En realidad, es ilegal aplicar el sistema de castas en cualquier ámbito, privar a la mujer del derecho a heredar y exigir dotes para el matrimonio, pero las tradiciones pesan más que las leyes y siguen vigentes en todo el territorio nacional, particularmente en el medio rural.


Foto: calle de Nueva Delhi.


La llegada a la India suele despertar en los viajeros emociones violentas. Muchas veces, sobre todo para pasajeros procedentes de países occidentales, encarnan un desagradable dramatismo vinculado al caos callejero a menudo con la pintoresca presencia de vacas, camellos o monos, en un entorno pródigo en basuras, aguas negras y contaminación. Cabe esperar que en unos días esta visión se vuelva tan insoportable que el visitante huya despavorido o bien, como suele suceder, se vaya habituando al paisaje urbano y compense la suciedad y el desorden del ambiente con la supuesta pulcritud y equilibrio de su mundo espiritual. Aunque sobre este aspecto hay mucho que hablar, como se verá más adelante.

Para quienes venimos del feroz mercantilismo musulmán egipcio y estamos habituados al aroma inconfundible de la pobreza asiática, resulta reconfortante que no le cobren a uno por preguntar (siempre que se tenga la precaución de no hacerlo a un conductor de tuc tuc) y poder por tanto mantener una conversación más o menos interesante, que no interesada, en la medida que el lenguaje lo permita.

No cabe esperar, por cierto, grandes concesiones en este tema del lenguaje ya que en India se hablan centenares de lenguas y se utiliza el hindi como lengua franca. El inglés a menudo es hablado de un modo muy elemental, aunque sea una de las lenguas oficiales. Sí hay en cambio bastante voluntad de comunicación por gran parte de la gente. Otra cuestión bien distinta es la escritura devangari del hindi, unas veces transliterada al alfabeto romano y otras no. En los estados del norte es también frecuente el idioma urdu, dada la elevada población musulmana que habita en ellos. Hindi y urdu presentan muchos parecidos, aunque se escriben con distintos abecedarios, la distancia entre ambos idiomas evoca la que históricamente ha existido entre musulmanes e hindús. El sánscrito es una lengua culta apenas hablada y utiliza la misma escritura que el hindi.

Existen muchas religiones con millones de seguidores y a menudo, dentro de una misma hay diversas orientaciones como ocurre dentro del hinduismo, practicado por la mayoría de los habitantes de este subcontinente. El número de divinidades hinduistas es muy numeroso, pero además muchas se veneran bajo distintos avatares. Lo cierto es que, desde la independencia del país, mucho tejido místico parece haberse esfumado siendo sustituido por paradigmas más cercanos al modo occidental de ver las cosas, sobre todo entre los colectivos más acaudalados, que ya forjaron bajo el imperio británico una nueva noción de savoir vivre

Paralelamente a esta “crisis de fe colectiva” ha ido creciendo con desmesura en Occidente la imagen mística de las religiones y rituales hindúes como mecanismo para trascender la pérdida de valores generada por el capitalismo. El resultado de esta mirada orientalizante y colonial ha sido un progresivo e intenso consumo de todo lo hindú, como el yoga, el tantra, los retiros de meditación en áshrams, etcétera. Todo un negocio para los vendedores de cultura, muchos de ellos procedentes de terceros países, que se han asentado en diversas poblaciones de India con el fin de satisfacer la demanda de las clases medias del primer mundo para aliviar sus vacíos existenciales.  


Foto: preparado de nuez de areca con especias que suele mascarse con tabaco.

Aparte del sistema de castas, otros aspectos tradicionales referidos a la alimentación y el atuendo en las mujeres se han resistido al cambio sociocultural. Se trata de preceptos extremadamente rígidos y difíciles de comprender para las mentes occidentales, como ocurre con el calzado. Su impureza va más allá de que esté limpio o sucio, entrar a un templo con los zapatos ocultos en el bolso es suficiente para que nos hagan abandonarlo, fenómeno que choca con la indiferencia ante la mugre que se acumula en dichos espacios sagrados, tan distintos de los pulcros altares budistas del extremo oriente.

A muchos indios les repugna comer carne de animales, existen zonas muy amplias en las que resulta difícil encontrarla, y en los que la dieta se basa en alimentos vegetales y lácteos como el ghee. Se trata de una mantequilla concentrada mediante calor que se usa cruda, en productos de repostería o como grasa para freír. Antes procedía de leche de búfala, que tiene un alto contenido en grasa, pero hoy día se utiliza leche de vaca. Como en Nepal, las vacas pululan por las calles y plazas de las ciudades, se detienen plácidamente en los cruces para desesperación de conductores y husmean en los puestos de los mercados. Poco se puede hacer contra ellas salvo tocar ferozmente el claxon o propinarles un cachete a escondidas ya que son animales protegidos por su significado en la historia religiosa. Igual sucede con los monos, tan frecuentes en las calles de India, que ayudaron a Rama bajo las órdenes de Hanuman. 

Si los musulmanes consideran impuros a los cristianos por comer cerdo, los hindúes lo hacen con los musulmanes por comer cordero, pero comparten con ellos una afición desmedida por los dulces, en los que no suele faltar el ghee como ingrediente. El alcohol también esta proscrito salvo en zonas muy turísticas, su nicho está ocupado por otras drogas como la marihuana y los estimulantes. Con la primera se preparan bebidas como el bhang, el bhang lassi o el bhan ki thandai, dependiendo de que la pasta de cannabis se mezcle con infusiones, yogur o leche azucarada y especiada. El principal estimulante es el paan o nuez de areca con betel, que suele acompañarse de tabaco y a menudo de frutas, azúcar y varios condimentos en el paan masala. En muchos lugares esta mezcla viene preparada en forma de polvo seco y se vende en pequeñas bolsas que incluyen productos mentolados para neutralizar la fetidez del aliento, si bien nada corrige el color rojo de la saliva que tiñe la boca y delata al consumidor por los esputos bermellón que va dejando a su paso.



Foto: mujeres con saree y alhajas diversas.


En el norte del país muchas mujeres practican en alguna medida el Purdah, que se manifiesta a veces en la calle por los rostros cubiertos mediante el pallu (extremo del sari) o con un fino pañuelo denominado dupatta. Se dice que esta práctica ya existía antes de la colonización islámica, aunque sospechosamente va desapareciendo conforme uno avanza hacia el sur. En realidad la mayoría de las mujeres, incluso las más ancianas, no se cubre el rostro y viste con muchos colores y abundantes joyas o abalorios en todo su cuerpo: muñecas, tobillos, dedos de las manos y los pies, nariz y orejas. Están relegadas socialmente como las musulmanas, pero a diferencia de estas son claramente visibles y explícitas en sus relaciones con otras personas.

La vestimenta tradicional, poco frecuente en los hombres del espacio urbano, se conserva en las mujeres, que suelen llevar saree. Esta prenda consiste un rectángulo de tela que se ciñe a la cintura formando una falda hasta casi tocar el suelo y después cruza el pecho sobre un corpiño hasta el hombro izquierdo dejando al descubierto parte del abdomen. Otras utilizan salwar kameez, una combinación de pantalones anchos y túnica corta.

Si la sociedad hindú (el ochenta por ciento de los indios) se ha caracterizado tradicionalmente por poseer una gran religiosidad, ésta no resulta tan aparente como en el hinduismo balinés o los budismos del extremo oriente, en donde por todas partes hay altares, inciensos y ofrendas. Muchas viviendas carecen de representaciones religiosas o tienen un lingam o falo de Shiva a menudo vacío y desatendido, tampoco se aprecia un gran movimiento en muchos templos. Sin embargo, las celebraciones o festivales son con frecuencia multitudinarias y, aunque en ciertas ocasiones se desarrollen en el ámbito doméstico, muchas veces invaden espacios abiertos con afluencias espectaculares, como acontece con el Kumbh Mela, celebrado cada doce años, que en 2019 reunió a más de cien millones de personas en la ciudad de Prayagraj para purificarse mediante el baño en las aguas del Ganges. Otros festivales convocan a los devotos en determinados templos, que pueden estar muy alejados de su domicilio.  



Foto: devotos sijs en el templo.

La noción de bhakti remite a una fe desbordaba que se expresa de manera intensamente dramática, llevando al devoto a humillarse ante la imagen sagrada. Toca el dintel de la puerta del templo, la moldura que enmarca la representación del dios o los objetos que hay a su alrededor y se toca a sí mismo, se postra en el suelo cuan largo es para implorarle mientras no cesa de rezar. En realidad, toda esta performance bascula en torno a un vínculo personal con la divinidad, ajeno a los discursos de los sacerdotes, lo que le permite expresar peticiones concretas y personales a una entidad espiritual a la que atribuye una proximidad con las tribulaciones humanas. Cabe por tanto suponer que, como en el cristianismo, existe un sincretismo entre la figura del altar y la advocación a la que el creyente en realidad se dirige. Probablemente en este sentido la casta sacerdotal se encargó a lo largo de la historia de reconvertir devociones locales en credos coherentes con la religión oficial del Trimurti mediante el uso de los avatares como moneda de cambio.  

Desde la perspectiva indomusulmana los hinduistas son idólatras y supersticiosos, veneran falos e imágenes absurdas con varias cabezas, muchos brazos o cuerpos híbridos de persona y animal y adoran a Krishna, un dios ladrón, mujeriego y adúltero. Los hinduistas tachan ese análisis de superficial porque su objeto espiritual primordial, el om, está más allá de dichas representaciones, que no son sino puntos en los que detener los sentidos. Reconocen, no obstante, que tal vez sólo las castas elevadas son capaces de realizar esa abstracción y que, por tanto, para las inferiores el fin de la adoración son las propias imágenes. En este sentido las poojas ofrecidas por miembros de las clases altas parecen funcionar como distintivos sociales de poder, mientras que las humildes ofrendas de los pobres serian peticiones directas a la divinidad para mejorar la fortuna, en la línea bhakti. En cualquier caso, el hinduismo difícilmente parece propiciar una solidaridad desinteresada teniendo en cuenta la violencia que se aloja en el sistema de castas y a pesar, por otra parte, de la creencia en la reencarnación (que puede producirse en una casta inferior, incluso en un animal).

La hostilidad entre castas se queda corta en comparación con la que se expresa contra la población musulmana (y en general no hindú) por parte de los partidos supremacistas de ultraderecha como el Rastriya Swayamsevak Sangh o RSS. En 1948 llevó a cabo el asesinato de Gandhi por defender una patria multicultural y tolerante. En 1992 organizó la demolición de la mezquita Babri Masjid del siglo XVI, lo que ocasionó revueltas populares en las que se produjeron más de dos mil muertos. La ilegalización de esa entidad paramilitar en varias ocasiones se ha revertido posteriormente y hoy día son una parte importante del Partido Popular, con mayoría absoluta en el parlamento de India.

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